Todo por un dulce

 

Todo por un dulce

Estábamos Arthur, Gabriel, Gonzalo, y yo una tarde dominguera de aburrimiento cuando se nos ocurrió un juego picaresco para avivar nuestro instinto natural de retrospección guiada. Entonces no se si a modo de chiste o propuesta seria, alguien sugirió verdad o reto, un juego poco usual en el que añadimos azar, en medio de mi rotunda negativa ante niñerías, hubo quien no solo  quiso  jugar sino a su vez estar centrado en maldad, travesuras. todo el trajín vivido en años mozos que hubiesen sido de significancia en lo relativo a tropelías niñatas con o sin motivo de ajusticiamiento social o vindicativo se hicieron presentes en un griterio exhaustivo, de forma abrupta alguien acalló la disputa sobre la tematica y entonces el parloteo de los precavidos y sus prerrogativas sobre el límite que debían fijar, y restricción de asco en la tolerancia de los escuchas y, ni que decir tiene la naturaleza gallarda de la cual se constituían los dos poetas Gabriel y Gonzalo, viajeros aun que Vivian de movidas  y publicaciones en revistas esporádicas, fueron los que sobreestimaron la propuesta sobre el tema a tratar y su posible censura decididos a libertad de expresión total. Arthur y yo nos vimos boquiabiertos durante un segundo, yo vote por las restricciones que debían contener de acuerdo al compromiso legal por posible divulgación de cosas sensibles, el juego verdad o reto parecía cada vez más inserto en nuestro apetito promovido  y Arthur con habilidades politiqueras propuso un libre albedrio a modo de filtro personal que otorgara libertad de acción para omitir datos. nadie pretendía darse un beso final con la muerte eso estaba claro.

Entonces de forma improvisada nos dividimos en duos para jugar a las vencidas, al final perdió Gabriel y tuvo que responder a Gonzalo, el ganador ¿Has violentado a una niña en tus días de niño, osease coetáneos ella y tu? ¿Niña ella y niño tu? ¿ambos de la misma edad? ¿Incluyendo discusiones o cualquier tipo de vejación menor de índole dialéctica, o argumentativa? Se arregla en esto Gonzalo, simula su rostro un beso con fingido agrado para tomarse una bocanada de aire y luego el pucho caido por propia voluntad en el fondo de un cenicero de lata vieja movido por inercia, se pone erguido, y comienza: bueno tenía yo cinco años _comienza con ojos vidriosos_, a esto arribados a la ciudad de Buenos aires no teníamos ni un mes, y adquirí el concepto de capital como un distintivo especial, con  lo cual acabé resumiendo toda exteriorización simbólica de la ciudad con la palabra capi, de capital, de ciudad capital, que era lo único que a esa edad comprendía  era como un sueño extraterrestre el tan solo hecho de permitirse utilizar dicho termino, recuerdo algo como barrio chino y barrio judío o yo que se, que eran lugares donde íbamos a buscar a menudo a mi madre al termino de su clase de literatura y de castellano a domicilio, pero un día salió un viajecito distinto, íbamos a un orfanato y yo iba medio pensando medio meditando en mis dos días de adaptación a la gran ciudad y me había obsesionado de forma sintomática con un teléfono móvil, un teléfono como me había  percatado que  permitía cosas especiales propias de Dios, para mis cinco años de edad esto era bastante aceptable, y que servía para hablar por distancia, cosa para mi muy atractiva y deseada con cierto encanto. Para ir al grano ya había visto varios de esos teléfonos, pero a manos de algún chiquillo inocente, más brillantes que lo habitual _ pensaba yo_, de material de juguete, cuando llegamos al orfanato u hogar de menores para la clase de mama, a la cual asistió conmigo dado que mi tío se vio indispuesto a cuidarme, me sustraje un momento lacónico del brazo de mi madre y cruce el corredor. Atisbe un montón de niños que comían azúcar a puñados, fue lo que más me llamó la atención, otros comían sal y bebían agua a trompicones, nunca supe el porque, el caso es que una vez ingresado al patio vi una casita de juegos de niña, con una niña rubia que sostenia sin saber yo una de esas cosas de plástico que brilla y recordé el mentado aparato que los grandes usan para hablar de modo sobrenatural a través de la ciudad, me acerque sin un plan, pero la urdimbre fue instantánea al ver casi desertica la zona, al comienzo le hable con premura, suave y persuasivo, instándole que le convendría soltar el artefacto a cambio de un caramelo rancio y mugroso, saque dotes de economista poniendo voz de adulto pero me fue imposibilitada toda negociación en cambio la niña me vio con fingido desinteres  contestando en un confiado no, a mi edad todavía no comprendía bien ese  concepto, retorica de clases o simple lucha en el lodo, me acerque más y la comencé a perseguir por todo el patio, la niña presa de su pánico, quizá a lo que sé hoy de esos lugares y lo que se dice de ellos victima de abusos de todo tipo, nunca supe a esos cinco años de edad lo que significaba el lugar para ella, ni las golpizas y jerarquías carcelarias del lugar, en cuestión yo sabia del brillo incuestionable del celular y mi mente me seducia con una publicidad enceguecedora para que lo obtuviera. Luego de golpearla en la casita de juegos mientras se fugaba de mi ambicionado plan psicopatico, forcejear con ella de todas maneras posibles de las que dispone un niño ignorante del castigo humano, me propuse rasguñar, entonces di cuenta de mi asombro, no estaba a cuenta propia, algo en derredor volcaba su avispero  y mantenía el herbor con vitores y aplausos desde hacia ya un lapso, por un momento cesé de mi gozoso sufrimiento y cuando voltee para descubrir lo que ya sabia eran voces de mujercitas, aun no lograba asimilar en su conjunto, pues eran dos, que se regocijaban y relamían de risa ante el espectaculo y gritaban eufóricas para que continuara yo en mi acoso indiscriminado azuzando , mariconas también las hay me digo hoy convencido de hallarlas en todo rincón imaginado. Lo que realmente no lograba aterrizar de forma incrédula y que habría dado capacidad ilimitada en mi estupor a mi victima de correr fue la edad de esas dos desvergonzadas que fomentaban mi empresa con vitores y aplausos, las cuales me doblaban en tamaño y numero, nunca hicieron nada mas que aplaudir y celebrar su risa, esa risa histerica, histerica y pudorosa y  ante las palmadas en la cabecita de la niñita que arañada de sus brazos y cara no osaba desprenderse el juguete, los gritos e improperios de altas despotricaban en mi consciencia un dolor apacible y desesperado, según mi ya morbosa conveniencia en no dar cuenta si facilitaba coger el juguete de plástico exausto y detener la contienda, sino como quien se sienta a devorar sus chistes antisemitas en televisión abierta en un siglo XXI del que la gente se jacta ante su evolución estas dos ancianas de casi diez años de edad, reian y celebraban sin decir agua va, la niña quedo golpeada de la cabeza y lloró de un modo ensordecedor, las niñas mayores no la socorrieron antes ni durante los puñetazos ni ya que la hubieran consolado me habría salvado. luego cuando obtuve lo que  descubriría un poco más tarde era un simple juguete estúpido y nunca supe bien si era un orfanato u hogar de menores o como se llamara cuando salimos de las rejas de la puerta de entrada me vi primerizamente frustrado al no lograr mi objetivo tras marcar un numero al azar y replicar lo que los tipos grandes hacían colocándolo en la oreja.

 

 

 

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